La soya: instrumento de control de la agricultura y la alimentación

Existen dos mitos relacionados con la soya y los cultivos transgénicos.
El primer mito sostiene que los cultivos transgénicos van a ayudar a aliviar el hambre del mundo.
El segundo mito consiste en creer que la soya es un alimento sano, nutritivo, casi un símbolo de buena alimentación. Para los vegetarianos es un símbolo: ven en la soya una alternativa a la carne y a la leche, y la margarina de soya es vendida como un excelente sustituto para la mantequilla.
En realidad estos mitos han sido difundidos desde hace un par de décadas para promocionar al emergente sector soyero de Estados Unidos, y a todas las empresas que se benefician de la cadena productiva de la soya.
Las grandes corporaciones transnacionales, con la ayuda de sus gobiernos, quieren aumentar cada vez más su control sobre el sistema productivo agrícola y la producción de alimentos en el mundo, empezando por el control de las semillas hasta llegar a la mesa del consumidor final.
En la actualidad, todos, lo queramos o no, nos relacionamos con la soya, aunque esto no sea de manera visible. Por ejemplo, para la cría intensiva de animales, sobre todo para la avicultura, se necesita la pasta de soya; la lecitina de soya es usada en casi todos los productos alimenticios procesados. Sobre todo, la soya sirve para sustentar la economía de algunos países industrializados; sustenta a EE UU que es el principal productor de soya en grano, pero también de una gran cantidad de productos procesados que utilizan la soya como ingrediente; por otro lado, a los países europeos, a Japón, a Corea, que consiguen, a través de la soya, alimentos baratos para su industria de leche y carne.
Los cultivos de soya se han extendido en las últimas décadas en el Cono Sur, produciendo una destrucción masiva de varios ecosistemas naturales y desplazando a productores locales que eran la base de la soberanía alimentaria de esos países. Ha significado también el represamiento y dragado de ríos para servir al negocio de la soya, y beneficia a un puñado de empresas estadounidenses y europeas.
Esta situación se exacerba con el advenimiento de la soya transgénica con resistencia al herbicida glifosato, pues a los problemas que el cultivo de soya está generando se suman los impactos inherentes a la tecnología de la ingeniería genética, y los productores pierden su derecho de guardar sus semillas, pues están sujetas a derechos de propiedad intelectual.
Gran parte de las campañas en contra de la soya transgénica se ha centrado en la gran productora de semillas: la empresa Monsanto; pero hay otros actores que se benefician posiblemente más que la misma Monsanto, como Cargill, ADM, Bunge y otras.
Ecoagricultor
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